Es de recibo hacer hincapié en que la vida es un regalo que no necesita de aditivos para poder ser experimentada en su totalidad. Lo que no significa que el consumo pueda ser en si mismo una negación de la propia vida. El nihilismo no se sustenta bajo la premisa de que cualquier percepción de la realidad que haya sido distorsionada bajo la exposición de sustancias, al igual que otro tipo de condiciones, ya sean de carácter ambiental o emocional, no impiden en si mismo que la experiencia en su totalidad se pueda definir como irreal.
Las ceremonias, ritos e ingesta de todo tipo de sustancias como forma de acceso a otros niveles de percepción, han acompañado al ser humano desde su origen, lo que nos hace entender que este proceso no pude haber sido perjudicial para su evolución si damos por válido el momento y lugar que compartimos en la historia. También asumimos que no por ello significa que del mismo modo hayan sido fundamentales para generar los procesos intelectuales y cognitivos que disfrutamos en la actualidad. Podríamos decir por tanto, que de alguna forma, tales usos o abusos de las sustancias psicotrópicas no han sido razón fundamental como para haber alcanzado ese carácter demonizador que tuvo su clímax en las dos últimas décadas del siglo pasado.
Podemos hacer una rápida revisión a los hechos históricos para llegar sin asomo de dudas a la conclusión de que las razones últimas de dicha persecución fueron más de carácter político y social, más que de una alarma sanitaria. Lo que nos lleva de nuevo al principio de la pregunta, que todo ser humano se ha hecho ante dicho problema "¿Es justificada la criminalización del consumo de drogas?"
Desde luego que esto no pretende negar la problemática de unas mafias que se dedican al tráfico de este tipo de sustancias. Pero en lo que debemos reflexionar de forma tácita, es si su consumo es ciertamente tan tóxico y perjudicial para los individuos como para generar esa negación sistemática a un tipo de consumo que, tanto a lo largo de la historia, como en la actualidad con el ejemplo de los países que presentan una legislación no prohibitiva al consumo, haciendo mayor hincapié en su distribución y producción desde las medidas sanitarias que ya se comprenden para todo tipo de fármacos y alimentación.
Se podría decir, sin ánimo de equivocarme, que se ha puesto en marcha en la última década, un blanqueamiento de ciertas posturas hacia el consumo de sustancias que aunque sigan siendo ilegales, parecen más que nunca, recomendadas en su uso bajo ciertos parámetros y estereotipos sociales que pretenden crear una atmósfera de disidencia controlada.
Por absurdo que parezca, debería estar contento ante este acercamiento por parte de las instituciones, a unas posturas que siempre condene por su actitud represora. Pero al mismo tiempo, por esa misma personalidad rebelde y contestataria que ya después de viejo, con canas en la barba y cicatrices en el corazón, no pretendo ni deseo cambiar, me hace desconfiar de aquellos que antes me perseguían, ahora hacen la vista gorda, y mañana pretenderán vendérmela.