Durante la década de los años 30, el neurocirujano Wilder Penfield realizó una serie de estudios para determinar hasta que punto la mente estaba situada en el cerebro. A través de la estimulación eléctrica de diversas partes del encéfalo, como por ejemplo las áreas visuales o auditivas, descubrió que el paciente tenía alucinaciones. Y cuando estimulaba un área motriz, el paciente movía una extremidad. Lo curioso del caso es que, las personas al ser interrogadas, eran plenamente conscientes de los estímulos. Y todas afirmaban que aunque las respuestas no eran voluntarias, habían sentido una fuerza exterior que los obligaba a reaccionar así.
Cuando los estímulos eléctricos se producían en el lóbulo temporal, que es donde se almacenan los recuerdos, los pacientes parecían revivir escenas del pasado, experimentando las sensaciones y pensamientos asociados a ellos. Parece ser con esto que nuestro cerebro se comporta como un disco duro que es capaz de almacenar todas las vivencias de nuestro pasado.
Wilder Penfield |
La conclusión de todos estos experimentos fue que nuestro cerebro parece ser el asiento físico de nuestra actividad mental. Pero durante todo el proceso, no se pudo influir a través de la estimulación eléctrica en todo lo relacionado con la personalidad, la toma de decisiones o la capacidad para gestionar toda la información.
A día de hoy, sigue siendo un misterio la ubicación física de lo que somos.
A día de hoy, sigue siendo un misterio la ubicación física de lo que somos.