Lo cierto es que a poco que hagamos una lectura general de las noticias en la actualidad, podemos percibir un patrón constante en todos los países. Los cuales repiten las mismas consignas, abrazan las mismas crisis y conflictos, mientras que sufren las crisis sanitarias y económicas de forma diferente, según tengan en su gobierno un sesgo político u otro. Lo cual debería hacernos dudar de si ciertas pandemias, conflictos o crisis económicas son de carácter global, como es posible que se produzcan diferencias tan plausibles entre unas naciones u otras. Pero lo más llamativo aún sea, que lejos de mantener unos vínculos directos entre unos y otros, díganse a la hora de compartir fronteras, climas similares, culturas o idiosincrasias. La forma es que unas u otras gestionan las controvertidas crisis, causan en un caso mayores consecuencias negativas, mientras en el ejemplo de aquellas naciones con actitudes más liberales en todos sus aspectos de gestión, se están destacando como modelos más productivos y beneficiosos para sus ciudadanos.
Es evidente que esta guerra se basa exclusivamente en una intención por extender un control global, frente a unas sociedades que buscan una identidad individual que busca adaptarse de forma espontanea a los acontecimientos bajo un criterio basado en las necesidades de aquellos que conforman cada sociedad.
Muchos podrán plantear que no se puede en ningún aspecto comparar esta crisis con una guerra, pues en primer lugar no podemos observar en primera fila los caídos por las batallas, al igual que no sufrimos un despliegue militar por nuestras calles, ni padecemos ningún desabastecimiento por parte de los países en conflicto. Lo cierto es que a poco que hagamos en simple repaso por las noticias actuales en todo el planeta, nos podemos encontrar con el reflejo más que evidente de que a día de hoy estamos sufriendo no solo todas esas penurias, sino incluso una situación incluso peor en cuanto a crisis económica, con cifras solo comparativas con los periodos entre guerras. Unos números de muertos que incluso en el caso de España siguen sin poder ser calculados. Un recorte total de las libertades por parte de los ciudadanos, los cuales conviven con el miedo a una muerte inminente. Mientras que se sigue negando cualquier tipo de disidencia por parte de los gobiernos que, de forma un tanto ilegal o al menos poco legítima, han llegado al poder, aplicando en todo momento la censura mediática, cualquier tipo de manifestación en contra del régimen, o el control masivo a una sociedad que indiscutiblemente se mantiene ciega ante una vulneración de los derechos y libertades que solo se dan en las zonas militarizadas que han sido invadidas por el enemigo.
Por mucho que nos pueda parecer exagerado, lo cierto es que estamos inocentemente metidos en una guerra que no elegimos, pero que solo dependerá de nosotros salir victoriosos, o terminar siendo esclavos de la Nueva Normalidad.