Es interesante como se vuelve cada vez más actual del mismo modo las obras ya casi olvidadas del Padre Juan de Mariana, donde a borda sin tapujos argumentos tanto de peso a la hora de analizar las cuestiones sociales, económicas y menciones tan políticamente incorrectas como el regicidio a los tiranos. Desde luego que, sin llegar a pretender abordar tales posibilidades, no se escapa al ojo entrenado en la historia que la historia tiene en cierto modo un carácter cíclico que parece llevarnos constantemente a un eterno retorno como el propuesto por Nietzsche.
No podemos ignorar del mismo modo que existe en todo momento una capacidad adaptativa del ser humano a la hora de generar nuevas herramientas que le permitan evolucionar, gestionando las diferentes materias que no eran o no admitían un aprovechamiento productivo, partiendo de que los recursos que se exponen no eran necesarios para ser capitalizados en una etapa. Es por tanto asumible entender que todo cambio requiere de una capacidad para asumir e interpretar la información con carácter espontáneo, como ya explicaran los trabajos de Mises y Hayek, los cuales no pueden ser gestionados desde una administración o Estado que paternaliza a los ciudadanos, imposibilitando que nos relacionemos con la suficiente rapidez para que se produzcan los elementos que nos permitan progresar. De ahí que entendamos que cualquier tipo de orden establecido e impuesto este abocado al fracaso.
Lo que es un logro en si mismo es la visión cada vez más popular, pero no por ello carente de fuerza y sentido común, de que el pensamiento liberal adquiera cada vez mayor preponderancia en una sociedad donde la cultura de la economía parecía incomprensiblemente desligada de la política, como si ambas no caminaran aparejadas de la mano al ser una indefectiblemente consuetudinaria a la otra. Es por tanto un logro de aquellos que tanto han dedicado su vida a la divulgación y estudio de este pensamiento, como a las personas que han decidido buscar en otras materias una respuesta a los ciclos económicos definidos por Hayek de los que parecíamos irremediablemente condenados a sufrir por toda la eternidad.
Lo cierto es que el futuro, aunque incierto, como no ha de ser de otro modo, se nos abre plagado de infinitas posibilidades.