La
escultura italiana del Renacimiento, como la arquitectura, nace
apoyada en los modelos clásicos, pero no se rompe la continuidad de
ciertas formas de lo medieval que, por otra parte, en Italia habían
estado muy influidas por la supervivencia del antiguo. Así, en los
primeros artistas del Quattrocento puede advertirse una esbeltez de
proporciones y una elegancia lineal y curvilínea, que viene del
gótico internacional, junto a su gusto por el pormenor realista y
anecdótico de la misma procedencia. Se advierte también el gusto
por el desnudo, enteramente clásico, la utilización de los
materiales nobles de la antigüedad como el mármol y el bronce, y un
interés por lo monumental y severo, cuyo avance se sigue sin
dificultad a lo largo del siglo, para culminar en el Cinquecento.
Además del género religioso, siempre cultivado como preferencia, vemos surgir elementos profanos y alegóricos en la escultura funeraria, y resucita el retrato ecuestre al modo antiguo, a la vez que se cultiva muco el busto. La técnica de la fundición del bronce alcanza una extraordinaria perfección, y la labra del mármol o de la piedra en ocasiones, que consigue unos efectos de sutilísimo refinamiento, especialmente en el relieve. En Florencia, se generaliza además un material como es el barro cocido, que a veces se deja en su color o se pinta en la terracota, y en ocasiones se vidria, con efectos especialmente peculiares.