La absoluta respuesta ante todo aquel que asume una actitud crítica ante los asuntos que apremian el día a día de las personas, denota al mismo tiempo de una claridad prístina ante lo absurdo del sistema, la inmediata rigidez de unas opiniones altamente polarizadas por unos y otros, en asuntos tan variopintos, que van desde las cuestiones más banales a las que cubren una importancia relativamente transigente para las vidas de los que conviven con nosotros.
Es innegable que economía y política guardan un paralelismo perentorio a la hora de dirigir el futuro de la sociedad. Pues en casos tan evidentes como este, es fácil encontrar ejemplos claros de este tipo de mentalidades opuestas, que incluso suelen entrar en conflicto en diversos aspectos en la vida de una persona, pero que eludiendo el más mínimo análisis, las personas asumen un discurso u otro sin dejar de dar bandazos en una realidad que se opone diametralmente a este tipo de conductas ambivalentes pero rígidas.
Los discursos vehementes tanto desde aquellos que defienden un enfoque liberal, como los que se suman a visiones más monetaristas o keynesianas, no dejan de defender a ultranza una u otra filosofía desde una trincheras ficticias que sólo tuvieron cabida en un momento y época determinada por los mismo protagonistas, pero que ahora quedan obsoletas en la mayoría de los casos, o demasiado bloqueadas en sus términos cuando se pretenden poner de manifiesto sus bondades en la vida real.
Es igual de absurdo engullirse pilas de libros sobre un mismo tema, si no estamos dispuestos a indagar en las diferentes visiones que tanto unos como otros han defendido de sus púlpitos y cátedras. Atender a una sola versión de los hechos, negando a priori la posibilidad de que existan más de una opción valida que pueda en definitiva enriquecer las propuestas que se deben postular a lo largo de un proceso que es dinámico en sus acciones, alegando en su defecto que todo aquel postulado es contra de cierto enfoque, carece de ética, moral y capacidades, como para ser planteada con seriedad.
No seré yo quien defienda las posturas de personajes tan poco populares en el presente como George Soros, Henry Kinsinger o Donald Trump, pues cada uno en sus diferentes versiones, apelan a discursos polémicos y politicamente incorrectos en algunos casos. Lo que si es cierto, es que me pregunto cuantos de los millones de personas que juzgan abiertamente una u otra postura, se han tomado su tiempo para leer algún libro que hayan publicado los susodichos personajes, en que medida habrán estudiado las políticas que defienden, o si meramente conocen con certeza las intenciones de aquellos que de forma feroz se dedican a atacar las posturas de tales personalidades.
Desde luego que yo, me suelo quedar solo cuando me remito a intentar dar una perspectiva basada en una humilde opinión, pero que puedo decir de forma orgullosa que para bien o para mal, es enteramente mía.