En algún punto de la historia, el ser humano empezó a desarrollar el uso de sus capacidades cognitivas. El hombre se convierte en un ser emocional que es capaz de reconocer los fenómenos del mundo desde un punto de vista subjetivo desarrollando de esta forma la capacidad crítica para analizar y clasificar los diferentes fenómenos y objetivos que lo rodean. Este análisis se produce en primera instancia a través de los recuerdos, pensamientos e imágenes que comienzan a producirse en la mente humana, pero que en cierto modo aún carecen de algo fundamental, que es la emoción y la sensación que puedan producir en el individuo a priori. Esto no implica que tales ideas carecieran de emoción y sentido, pero si que se ven limitadas en primer orden de una densidad cualitativa de las sensaciones en comparación con la propia realidad. Podría especularse que todo comenzó cuando sintiendo y respondiendo a los requerimientos del ambiente, se generó una forma de red neuronal con capacidad de crear una psique como ahora la entendemos. Así emergió una nueva conciencia en cuanto a sentimientos cerebrales, que se volvieron una parte del ansia de nuestra propia existencia, creando un presente propio como una extensión fuera del tiempo físico. Esto se entiende cuando se advierte que la capacidad cognitiva del ser humano es un proceso concatenado en su propia estructura en la que en su origen pasó de ver a hablar, resolver, pensar y finalmente sentir. La capacidad del habla se produce de la propia relación en sociedad, la cual genera problemas que producen la necesidad de las respuestas y soluciones a los mismos, los cuales requerirían de un proceso reflexivo, y finalmente una capacidad empática de la propia experiencia, para poder hacer juicios de valor incluso antes de que llevemos a cabo la solución, adelantándonos al acontecimiento, para presumir si la posible consecuencia a nuestra acción sería satisfactoria o no. Y esto sólo se da en última instancia a través de los sentimientos. Es complejo aceptar que todo esto surgió de una forma espontanea, cuando entendemos que el lenguaje fue evolutivo de cada sociedad, definiendo a cada grupo por sus propias necesidades. Y el pensamiento complejo, no es posible sin el lenguaje en si mismo. Podríamos decir entonces que la chispa inicial es un desajuste, un desequilibrio o desarmonía que renace una y mil veces entre el ser humano y su entorno. Y sólo la expresión, la voz, es arma y escudo, pues fue quien produjo la escisión entre los seres humanos, dando paso a la crisis. Sin la voz no se habría dado la historia conceptual hecha cultura, aquellas que han generado la diferencia y el conflicto. Pero sólo la palabra es capaz de dar la solución, unir, amalgamar, crear coaliciones y el progreso que nos ha permitido evolucionar.