Cualquiera que esté dispuesto a enfrentarse al estudio de nuestro pasado, debe asumir que ha de entregarse a ello con la humildad que solo se puede dar para obtener una visión sincera de aquello que vamos a encontrar. Todo aquel que se embarque en este tipo de viaje con la intención de confirmar en ella sus sospechas, corre el riesgo de acabar siendo victima de sus propias expectativas en el mejor de los casos, o terminar derrotado ante las abrumadoras dudas que le surgirán ante la panoplia de evidencias que aparecen como resquicios de unos vestigios que se niegan a desaparecer, por mucho que el trabajo de unos ilustres expertos hayan dedicado durante siglos en ocultar por intereses espurios, desidia, pereza o
Juan Pedro Glez. Hdez.