Todas las políticas a lo largo
de la historia tienen un eje en común, que es el transmutar el
individuo en sujeto, en engranaje del conjunto de la sociedad a
través de la sumisión, sujeción, sometimiento y la renuncia,
apelando al todo para acabar con las parte, que sin embargo, triunfa
como todo por si misma. La monarquía en nombre del rey, figura de
derecho divino; el comunismo, en virtud del cuerpo social pacificado,
sin clases ni
guerras, y por supuesto, sin contradicciones; el
fascismo, con la mirada puesta en una nación homogénea,
militarizada y sana; el capitalismo, con una obsesión por la
regulación mecánica de los flujos de mercado y sus beneficios.
Todas han buscado en nombre de la hegemonía de sus intereses,
blindar una visión que se imponga sobre los individuos a través de
las normalizaciones sociales. No hay mejor policía que los propios
ciudadanos, los cuales se encargarán de identificar y denunciar al
disidente. Incluso en muchos aspectos, juzgar y condenar en nombre
del propio Estado. Aspirar a una política libertaria es invertir las
perspectivas, sometiendo lo económico a político, y este al
servicio de la ética del individuo, no a la moral del pueblo.
Haciendo primar la ética de la convicción sobre la ética de la
responsabilidad, que inspire a personas valientes y no dóciles. Para
luego reducir las estructuras al mero papel de máquinas al servicio
de los individuos, no a la inversa.
En estos mundos donde triunfa el
culto de los ideales totalitarios o democráticos, el individuo para
a ser una cantidad despreciable. Únicamente se le tolera y celebra
cuando pone su existencia al servicio de la causa de lo supera y a la
que todos rinden culto. El sacerdote, el ministro, el revolucionario,
el capitalista, todos brillan como auxiliares de estas causas que
producen el consenso de la mayoría. La voluntad de erradicar al
individuo para construir una vasta e inmensa máquina homogénea,
purificada y fija en un modelo absoluto, estático y de negación de
cualquier dinamismo, va en contra del carácter libertario que quiere
y celebra la vida.