La era moderna se anunció en el siglo XV cuando las sociedades emprendedoras buscaron gloria y riqueza explorando los océanos y todo aquello que estuviera más allá de ellos. En esa época, Europa y China se aventuraron casi contemporáneamente. Los barcos chinos, por entonces eran los más grandes del mundo y tecnológicamente los más avanzado, emprendió viajes de
exploración que alcanzaron el sudeste de Asia, India y la costa este de África. Intercambiaron regalos con dignatarios locales y príncipes, inscritos en el tributo imperial del sistema de China, y llenado a sus tierras curiosidades culturales y zoológicas. Sin embargo, tras la muerte de su líder navegante Zheng He en 1433, el emperador chino puso fin a esta política de expansión y con ella las aventuras en el extranjero, ocasionando que la flota fuera abandonada. China siguió insistiendo en la importancia universal de sus principios de mundo orden, pero desde aquel momento en adelante los cultivaría en casa y con los pueblos a lo largo de sus fronteras. Nunca se produciría un esfuerzo naval comparable, o al menos hasta nuestro tiempo.
No todos los días me levanto con la misma ilusión por compartir este espacio vital con el resto de mis congéneres. Me es complicado en momentos así el encontrar un vínculo similar con las personas y vecinos con los que convivo. En momentos así es cuando más le pido a Dios que me llene de compasión y amor para no caer en la desgracia del desprecio y el odio. Pero también es probable, y es algo que puedo confirmar después de todos mis años de estudio, que vivimos en una de las épocas más miserables de nuestra historia. Desde luego que hemos pasado por épocas en las que el ser humano se ha comportado peor que los animales, haciendo uso de una agresividad y crueldad qué pocas veces podemos ver reflejada en la naturaleza. Pero sin duda ese momento como este cuando disfrutando de las posibilidades que tenemos para adquirir conocimiento, nos dedicamos a la labor más vulgares y despreciable que solo el vicio, la tosquedad y la vulgaridad las han degradado a virtud. No quiero que estas pa...