Es probable que la hostilidad que la derecha religiosa muestra ante las ciencias de la naturaleza humana vaya en aumento, aunque esta influencia se dejará sentir más en las exigencias a los políticos que en los cambios en el clima intelectual. La oposición a la teoría de la evolución limita cualquier incursión en los movimientos intelectuales. Tanto si se define como Creacionismo o como el Diseño Inteligente. La negación de la selección natural se desmorona bajo el peso de la abrumadora cantidad de pruebas que demuestran como la teoría es correcta. El problema es que no sabemos cuanto daño va a provocar la negación a la educación científica y la investigación biomédica antes de irse a pique.
Por otro lado, los movimientos radicales de la izquierda han dejado una marca sustancial en el mundo intelectual, ya que estos científicos radicales son actualmente la clase dirigente en las universidades y laboratorios. Muchos autores actuales comparan la genética conductista con la eugenesia, cubriéndose de un manto ético y moral, que les genera una inmunidad ante cualquier ataque o discusión sobre el tema. Muchos científicos a su vez, asumen este constructivismo social de los radicales, no tanto porque estén de acuerdo con él, sino para evitar cualquier boicot a sus laboratorios o criticas directas a sus trabajos.
Pero el clima actual trae signos de cambios. Las ideas sobre la naturaleza humana, las ciencias biológicas y cognitivas están empezando a dejarse oír. Y todo este movimiento de la ciencia radical que abraza la Tabla Rasa, el Buen Salvaje y el Fantasma en la Máquina, con todo su éxito retórico, ha resultado ser un páramo empírico muy poco productivo.
El tiempo ha demostrado que los chimpancés no son unos vegetarianos pacíficos, el coeficiente intelectual no se puede aislar del cerebro, la personalidad y las conductas sociales no se pueden comprender sin una base genética, ni las diferencias de género no son un producto exclusivo de los ambientes psicoculturales.
En el estudio de los seres humanos, la belleza, la fraternidad, la moral, la maternidad, la cooperación, la sexualidad o la violencia, son aspectos en los que la psicología evolutiva ofrece una teoría coherente, generando nuevas lineas de investigación. La aplicación de los conocimientos del Proyecto Genoma Humano ha impulsado el estudio de la personalidad. Y la neurociencia cognitiva nos da nuevas herramientas para entender la mente y la conducta humana.
La cuestión no es si las ciencias de la mente, el cerebro, los genes y la evolución explicarán mejor la naturaleza humana, sino que haremos con estos conocimientos. Estas son cuestiones vitales, que no debemos afrontar con miedo o recelo, sino con la razón y la lógica.