Es cada vez más habitual encontrarnos en una discusión en la que se establecen los criterios sobre los que se fundamenta una opinión desde la emoción. Cada cual es libre de sentirse como le plazca, pero plantear las bases de nuestra personalidad desde los sentimientos es un error que tiene como resultado el desvincularnos de la realidad, apartándonos del mundo, creando un aislamiento social que acaba por radicalizarnos. Una actitud que desgraciadamente se vuelve más común en una época donde la tecnología nos permite estar en comunicación instantánea con cualquier parte del planeta, pero que nos está convirtiendo en individuos huraños y desconectados de nuestro entorno.
Cada cual tiene derecho a sentirse como le dé la gana, pero este planteamiento de la realidad es subjetivo y personal. Lo cual no hace más que abrir una brecha entre nosotros y el resto del mundo. Lo particular de esta asociación entre la realidad y nuestros sentimientos es que jamás puede ser compartida con los demás. El proceso en cierto caso dependería del grado de empatía de nuestro interlocutor, pero jamás de una relación directa de lo que entendemos como nicho social que compartimos los seres humanos. Si es cierto que se pueden dar los casos en los que uno o varios individuos puedan compartir una misma visión del mundo, pero esto no lo vuelve más real. Si acaso, estaríamos hablando más de lo que se definiría en psiquiatría como una histeria colectiva más que una transformación de la realidad.
La personalidad y nuestras opiniones se deben basar en la razón y la lógica, que no es más que la compresión de unos conceptos comunes, los cuales vamos contrastando unos con otros para generar lo que se define como ideas. Si los conceptos, que son los pilares en los que basamos nuestro pensamiento, no son reales, se genera una alucinación cognitiva que nos lleva a esta desconexión verbal que nos impide no solo expresarnos con claridad, sino interactuar con los demás de una forma sana y equilibrada sin sentirnos atacados o perseguidos.
Este es sin duda uno de los orígenes de este victimismo social que parece adueñarse del pensamiento global y el discurso mediático.
Juan Pedro Glez. Hdez.