El asalto de la Bastilla el 14 de julio de 1789 marcó el inicio de la Revolución francesa. Un millar de hombres se abalanzaron sobre los muros de la prisión y se hicieron con ella. Al día siguiente, el contratista Pierre Francois Palloy comenzó la demolición del penal. El primer proyecto para reutilizar las piedras resultantes fue la construcción de una pirámide imitando a las egipcias, pero la obra fue desestimada por falta de fondos.
Cuatro años más tarde, Robespierre retomó la idea, encargando el proyecto a su ministro de propaganda Jacques-Louis David, el cual diseñó para la Bastilla una fuente de 6 metros de alto con la figura principal de la diosa Isis, sentada en un trono y custodiada por dos leones. Este símbolo, ya desaparecido, pretendía sustituir la religión cristiana por la que llamaron la religión de la razón. Durante esta época, hordas de franceses tomaban constantemente las calles de París, incluso asaltando la catedral de Notre Dame para restaurar, decían, los ritos originales de ese lugar a la diosa Isis. Todos estos movimientos sociales se justificaban en manuscritos e ilustraciones como la realizada en el siglo XIV en la que se observa como la diosa Isis desembarca en la orilla donde hoy se asienta la catedral de París. En la inscripción que acompaña dicho dibujo se puede leer “La muy antigua Isis, diosa y reina de los egipcios”. Este manuscrito se conserva en la actualidad en la Biblioteque Nationale de París.
Durante toda esa época, Robespierre no dejó de construir en lugares como el campo de Marte, las Tullerias o el parque Monceau multitud de pirámides en honor de los mártires de la revolución.
Ya durante el gobierno de Napoleón, el cual pasó un año entero en Egipto, volcado en su conquista y en la comprensión de sus cultos, y que incluso pasó una noche en soledad dentro de la gran pirámide, siguió embelleciendo París con imágenes egipcias, esfinges y obeliscos. Tras la caída de Bonaparte, el programa iconográfico no paró ahí. Los siguientes reyes de Francia siguieron manteniendo esta actitud y gusto por lo símbolos ancestrales. En 1827, Carlos X encargó a Jean-Francois Champollion, el hombre que descifró los jeroglíficos egipcios, traer un obelisco de 3500 años para emplazarlo en el lugar en el que estuvo la guillotina. Y ya en 1989, la administración Mitterrand, con el motivo del bicentenario de la Revolución, inauguró en las puertas del Louvre la ya famosa pirámide de cristal, que custodia una de las más importantes colecciones arqueológicas del antiguo Egipto.
Obelisco de Lúxor. Plaza de la Concordia (París) |
Durante toda esa época, Robespierre no dejó de construir en lugares como el campo de Marte, las Tullerias o el parque Monceau multitud de pirámides en honor de los mártires de la revolución.
Pirámide del Parque Monceau (París) |