El
descubrimiento de la metalurgia fue uno de los principales impulsores
de la humanidad hacia el camino de la vida moderna. La metalurgia
inició la química, transformando la materia, generando los procesos
de creación de las aleaciones que debieron parecer milagrosos en un
primer momento, lo que fue en si el descubrimiento de los procesos de
obtención de una minería útil, que tras fundirlos y dándoles las
formas deseadas, se obtenían dichas aleaciones que permitían unos
materiales más duros o más maleables. A su vez, la prospección de
los continentes en buscas de
yacimientos metalúrgicos, originó
largas exploraciones y movimientos migratorios, que influyeron
directamente en las relaciones sociales y el intercambio de
conocimientos entre diferentes civilizaciones, las cuales no fueron
siempre de carácter bélico.
La
observación de las piedras que se hallaban al alcance de las
poblaciones del neolítico y el paleolítico, les dio la posibilidad
de conocer las cualidades de ciertas sustancias y sus propiedades. La
capacidad de su maleabilidad y el poder fundirlos para darles un tipo
de forma concreta, lo cual produjo un paso decisivo en su
utilización. No es falso asegurar que el grado de tentativas hasta
lograr
obtener los metales como el cobre o la plata, habrán necesitado un largo proceso, que en muchos aspectos se habrán tomado casi como conocimientos herméticos que generarían un halo casi místico sobre estos sabios observadores de la naturaleza.
obtener los metales como el cobre o la plata, habrán necesitado un largo proceso, que en muchos aspectos se habrán tomado casi como conocimientos herméticos que generarían un halo casi místico sobre estos sabios observadores de la naturaleza.
Aunque
no se puede afirmar completamente el origen del primer centro
metalúrgico, la mayoría de los estudios arrojan apuntan a que el
foco principal se situó en la antigua Cólquida, al sur del Cáucaso,
al este de Armenia y en el norte del lago Van. De allí se extendería
la metalurgia del cobre durante la etapa del Tell Halaf, llegando
también a Chipre que se consolidó como otro gran foco de laboreo
del cobre.
Llama
la atención que fuera esta evolución tecnológica la que impulsara
una revolución cultural en todo el mundo, bajo el auspicio de una
labor de exploración para localizar y adquirir las novedosas
materias primas. Todo bajo una pinza histórica que carecía de mapas
geológicos, conocimientos geográficos, o experiencia en cualquier
tipo de relaciones comerciales entre pueblos y civilizaciones tan
dispares. Pero a pesar de todos estos obstáculos, los hombres del
neolítico, durante el comienzo de la llamada Edad de Bronce, fueron
capaces de cruzar grandes distancias y en muchos caso impracticables,
donde aún no existía el comercio, iniciándose en esta misma época
las primeras expediciones de navegación, en busca de los yacimientos
minerales que dieron paso a las primeras relaciones de mercado y
flujo de materias primas entre diferentes pueblos. Esta explosión
cultural se puede constatar con la inmensa cantidad de vestigios
arqueológicos que se han encontrado en lugares tan dispares como
Chipre, Cerdeña y España, donde los yacimientos de cobre y estaño
dejaron a su vez muestras de las relaciones de civilizaciones como
los tartesios y otros navegantes, que llegaron a extenderse hasta las
mismísimas Islas Británicas.
Todas
estas relaciones fueron impulsoras del urbanismo y el comercio,
produciendo una especialización en materias tecnológicas,
religiosas, comerciales y sociales; modificando de forma evidente la
mentalidad de los individuos, que crean la base para lo que sería
una de las épocas que definirán incluso a día de hoy el
pensamiento clásico europeo, pues con este comercio se conocerá
toda la filosofía oriental, por la cual se verán inspiradas
posteriormente todas las escuelas filosóficas griegas.