Cabría decir que los cínicos fueron a los estoicos lo que Sócrates a Platón, sino fuera porque, para Platón, Diógenes, el más celebre de los cínicos, fue "un Sócrates que se volvió loco".
Extravagancias y escándalos cínicos, contradicciones y paradojas del estoicismo naciente, forman parte de una lógica histórica de conjunto, la lógica de una crisis de civilización en el pleno sentido de la palabra.
En el contexto del escepticismo contemporáneo hay quien ha puesto en duda la imagen nostálgica de la Ciudad-Estado para poder así negar el carácter traumático que la dominación macedónica supuso para las ciudades griegas. Desde un punto de vista intermedio entre el escepticismo y la nostalgia, debemos considerar una cuestión que toca a la sociología histórica: la originalidad política de Grecia puede resumirse en el hecho de que escapó al proceso de centralización común a todas las otras grandes civilizaciones de la Antigüedad. La ciudad griega fue una pequeña sociedad que consideraba su pequeñez como una virtud y como la condición básica para su funcionamiento global.
A la luz de este enfoque, la dominación macedónica sobre las ciudades griegas cobra toda su importancia. Filipo y Alejandro no destruyeron estas ciudades, ni siquiera las humillaron. En una visión de conjunto, esta dominación se parece menos a una conquista que a un proceso de centralización, que se convierte por tanto en una fatalidad histórica. Para el ideal griego, la autonomía local era sinónimo de libertad, y fue precisamente esta autonomía lo que la dominación macedónica abolió.
En el último cuarto del siglo IV a.c., el mundo griego fue escenario de luchas y revueltas antimacedónicas, condenadas todas de antemano al fracaso. Finalmente, la cultura griega introdujo una nueva definición de libertad que incluso hoy sigue determinándonos. Frente a autonomía colectiva y a la acción política tal y como la entendían los griegos, es decir, como un asunto de ciudadanos activos, tantos cínicos como estoicos propondrán la autonomía individual y la acción sobre sí.
Las dos escuelas permanecieron vivas y fecundas hasta el final de la Antigüedad griega y romana; pero su fase inicial es la que mejor nos aclara su razón de ser histórica. Una historia que se extiende a lo largo de cinco siglos y que una vez entendida nos orienta sobre la búsqueda del espíritu de estas dos escuelas ante una crisis de la civilización antigua que supuso el triunfo de la megasociedad en la que seguimos inmersos y que define a donde nos lleva la problemática actual.
Extravagancias y escándalos cínicos, contradicciones y paradojas del estoicismo naciente, forman parte de una lógica histórica de conjunto, la lógica de una crisis de civilización en el pleno sentido de la palabra.
En el contexto del escepticismo contemporáneo hay quien ha puesto en duda la imagen nostálgica de la Ciudad-Estado para poder así negar el carácter traumático que la dominación macedónica supuso para las ciudades griegas. Desde un punto de vista intermedio entre el escepticismo y la nostalgia, debemos considerar una cuestión que toca a la sociología histórica: la originalidad política de Grecia puede resumirse en el hecho de que escapó al proceso de centralización común a todas las otras grandes civilizaciones de la Antigüedad. La ciudad griega fue una pequeña sociedad que consideraba su pequeñez como una virtud y como la condición básica para su funcionamiento global.
A la luz de este enfoque, la dominación macedónica sobre las ciudades griegas cobra toda su importancia. Filipo y Alejandro no destruyeron estas ciudades, ni siquiera las humillaron. En una visión de conjunto, esta dominación se parece menos a una conquista que a un proceso de centralización, que se convierte por tanto en una fatalidad histórica. Para el ideal griego, la autonomía local era sinónimo de libertad, y fue precisamente esta autonomía lo que la dominación macedónica abolió.
En el último cuarto del siglo IV a.c., el mundo griego fue escenario de luchas y revueltas antimacedónicas, condenadas todas de antemano al fracaso. Finalmente, la cultura griega introdujo una nueva definición de libertad que incluso hoy sigue determinándonos. Frente a autonomía colectiva y a la acción política tal y como la entendían los griegos, es decir, como un asunto de ciudadanos activos, tantos cínicos como estoicos propondrán la autonomía individual y la acción sobre sí.
Las dos escuelas permanecieron vivas y fecundas hasta el final de la Antigüedad griega y romana; pero su fase inicial es la que mejor nos aclara su razón de ser histórica. Una historia que se extiende a lo largo de cinco siglos y que una vez entendida nos orienta sobre la búsqueda del espíritu de estas dos escuelas ante una crisis de la civilización antigua que supuso el triunfo de la megasociedad en la que seguimos inmersos y que define a donde nos lleva la problemática actual.