El concepto de eremita o ermitaño siempre ha estado presente en la búsqueda mística y transcendental de la existencia humana. El asceta encuentra en la soledad, aislándose de cualquier vínculo con la sociedad, una relación más directa con Dios, que generalmente incluye el silencio, la castidad, la oración, el trabajo o la itinerancia.
En el cristianismo se tiene la primera referencia a este movimiento a través de San Antonio Abad, un místico nacido en la ciudad de Comas, en el bajo Egipto en el año 251 de nuestra era. Según los textos de “La vida de los Santos” de Santiago de la Vorágine del siglo XIII, los cuales eran lectura habitual por parte Leonardo Da Vinci; San Antonio Abad a la edad de veinte años, vendió todas sus posesiones, y entregando el dinero a la beneficencia se retiró a vivir a una cueva muy cerca de una comunidad de la misma índole, probablemente alguna orden Terapeuta. Con el paso de los años fue adentrándose cada vez más en el desierto hasta vivir en absoluta soledad. Y aunque se le considera el fundador de la vida monacal cristiana, siempre rechazó la vida en comunidad.
En la tradición cristiana, es común encontrar relatos sobre las continuas tentaciones a San Antonio Abad por parte del demonio, siendo este tema una iconografía recurrente de la vida del santo.
Se le suele atribuir una existencia muy longeva, llegando a cumplir la edad de 105 años. Y aunque tras su fallecimiento, el cuerpo fue sepultado en una tumba anónima por solicitud expresa del santo, sus reliquias fueron transportadas posteriormente a la ciudad de Alejandría, para luego ser trasladadas a Constantinopla, hasta que finalmente fueron depositadas en la abadía de Saint-Antoine en Viennois (Francia).
La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio está directamente relacionada con los preceptos del santo, no tanto con su vida eremítica, pero si con su labor al cuidado y auxilio de los enfermos. Esta orden, también conocida como Hospitalarios, se representan con una sencilla cruz egipcia de madera denominada Tau, como la de los Templarios.
En el cristianismo se tiene la primera referencia a este movimiento a través de San Antonio Abad, un místico nacido en la ciudad de Comas, en el bajo Egipto en el año 251 de nuestra era. Según los textos de “La vida de los Santos” de Santiago de la Vorágine del siglo XIII, los cuales eran lectura habitual por parte Leonardo Da Vinci; San Antonio Abad a la edad de veinte años, vendió todas sus posesiones, y entregando el dinero a la beneficencia se retiró a vivir a una cueva muy cerca de una comunidad de la misma índole, probablemente alguna orden Terapeuta. Con el paso de los años fue adentrándose cada vez más en el desierto hasta vivir en absoluta soledad. Y aunque se le considera el fundador de la vida monacal cristiana, siempre rechazó la vida en comunidad.
La predicación de San Antonio Abad a los ermitaños. Ludovico Carracci |
Se le suele atribuir una existencia muy longeva, llegando a cumplir la edad de 105 años. Y aunque tras su fallecimiento, el cuerpo fue sepultado en una tumba anónima por solicitud expresa del santo, sus reliquias fueron transportadas posteriormente a la ciudad de Alejandría, para luego ser trasladadas a Constantinopla, hasta que finalmente fueron depositadas en la abadía de Saint-Antoine en Viennois (Francia).
La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio está directamente relacionada con los preceptos del santo, no tanto con su vida eremítica, pero si con su labor al cuidado y auxilio de los enfermos. Esta orden, también conocida como Hospitalarios, se representan con una sencilla cruz egipcia de madera denominada Tau, como la de los Templarios.